martes, 9 de junio de 2009

Por que la CNT esta en contra de las elecciones sindicales, (Segunda parte).

Seguimos con los motivos por los que la CNT esta en contra de las elecciones sindicales y como este sistema de representacion sindical es una arma del Estado y de la Patronal para silenciar la voz de la clase trabajadora. Los textos estan sacados de la página web Anarcosindicalismo básico.

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El camino electoral
No es tan sencillo presentarse a las elecciones. No es tan fácil como decir "allá voy". Tienes que presentar una candidatura y desarrollar un proceso electoral. Lo que significa que necesitas: primero buscar a la gente que quiera presentarse; segundo, conocer la normativa legal y cumplimentar sus exigencias dentro de los plazos legales; tercero, pelear con las otras candidaturas; cuarto, tener dinero para hacer propaganda; y por último, conseguir que te voten. Si haces todo eso, si logras llegar al final de la carrera, te darás cuenta de que te has convertido en otra cosa y que ya no eres tú. Porque en el camino habrás tenido que prometer, mentir, zancadillear a tu rival. Habrás hecho la cabra tantas veces, que ahora eres realmente otra persona.
Buscar gente para la candidatura es muy complicado. La mayoría de tus reclutas aceptarán ir como candidatos siempre que eso no implique compromiso. Y tú aceptarás a estos candidatos de relleno, pasivos, para poder presentar la dichosa lista. Porque la candidatura tiene que estar completa. Si hay que presentar diez candidatos, no pueden ser nueve.
Tienes además que dotarte de un programa. Puedes percatarte de que todos los discursos electorales son iguales: todos proclaman honradez, transparencia, eficacia, participación, combatividad, y poder asamblearío... todos juran que harán esto y lo otro. Todos reivindican derechos, salarios, plataformas, trienios, seguridad... Todos regalan mecheros, bolígrafos y lla-veros. Todos sueltan embustes. Y tú no serás diferente. Porque no está en tu individual mano conseguir lo que ha de ser fruto de la acción colectiva de todos los trabajadores.
La normativa legal es importante, porque como se te olvide presentar un papel, un documento, una firma... como el último día a la última hora te renuncie un candidato, o te des cuenta de que tu recluta se presenta por dos sindicatos, adiós lista. Además, tus competidores buscarán el mínimo desliz para impugnarte, derribarte y anularte. Acosarán a la gente de tu candidatura, emplearán todos los medios a su alcance para impedir que te presentes. Por supuesto tú harás lo mismo con ellos. Porque mientras más sindicatos se presenten y más gente vote, menos delegados sacarás tú.
Y por último, para conseguir que te voten, tendrás que pasearte por la empresa mendigando ese voto, cogiendo del brazo a tus colegas para tomar cerveza -yo invito, faltaría más- y colocarles delante de la urna con la papeleta en la mano.
Es decir, que te has metido en un proceso que no controlas. Es el proceso el que te dirige a tí y el que hace que tu hagas lo que debe ser hecho.
Y así, lo mismo consigues salir, lo mismo ganas, vences. Pero ya sabes que ahora ya no eres tú. Ahora eres gilipollas.

Los miembros de los comités de empresa
Ahora eres miembro de un comité de empresa. Estás sometido a una normativa legal. Tienes que lidiar con otros sindicatos, con la empresa, y con los trabajadores. Y hasta tienes que pelearte con tu propio sindicato.
Porque tú eres ya diferente, ahora no trabajas igual que antes. Te has especializado en problemas. Tus colegas esperan que hagas algo, que les resuelvas sus pequeños enredos individuales, que les arregles cuestiones de cuadrantes, uniformes, cambios de puesto, turnos mejores... te contarán historias larguísimas "¡mira qué injusticia!" "¡mira cuánta razón tengo!", y te darás cuenta de que no te dicen toda la verdad, de que te ocultan datos y que muchas veces sus peticiones son absurdas. Tu sindicato -si lo tienes- intentará que los recursos que obtienes de las elecciones -horas sindicales fundamentalmente- reviertan en la estructura sindical, e intentarán debilitar tu posición -tú te debes a quienes te votan, que son quienes te colocan en el comité, y no al sindicato al que perteneces-, y comprobarás que chocas una y otra vez con tus supuestos aliados, o te tienes que plegar a sus exigencias. Tendrás que dedicar una parte importante de tus energías a conspirar, a sellar alianzas contra fulano, para pasado mañana pelear contra zutano. Los otros sindicatos procurarán hacerte la vida imposible -y tú a ellos-, porque si no, ¿por qué la división sindical?. Por último te tendrás que sentar con la empresa. Y percibirás que en realidad la Dirección no es tan mala, que sus problemas son reales, y poco a poco la comprenderás mejor, tendrás una actitud más constructiva. Y a partir de los conocimientos y relaciones que vas adquiriendo, harás carrera profesional, promocionarás, obtendrás mejores puestos.
Y si por un milagro de los mártires del panteón sindicalista te intentas mantener fiel a tu programa y a tus principios, verás que te estrellas una y otra vez con la pasividad de tus colegas de curro. Ellos sienten que los estás utilizando como pretexto, como coartada, como soporte. Ellos saben en el fondo, que eres un impostor, que eres un farsante, que llevas un disfraz: el disfraz que oculta la sed de poder, el afán de protagonismo, el deseo de privilegios que emanan de tu posición institucional... y por lo tanto te miran como a un ser extraño, como a alguien que es lícito usar para fines particulares. No te quieren: te emplean, y es normal que así sea. Además, sospechan de tí. Te has separado de los trabajadores por: primero barreras físicas, el local del comité, al que peregrina el trabajador con sus demandas; luego por el trabajo que realizas, que ya es distinto del de tus compañeros; en tercer lugar hay barreras mentales, porque tu perspectiva ahora no es la misma que cuando estabas apretando tornillos, y ves las cosas de otra manera; en cuarto lugar hay una separación estructural, ya que estás en un puesto desde el que recibes información privilegiada, interaccionas con directivos... ; también dispones de más poder, puedes tomar por tu cuenta decisiones que afectan a los trabajadores sin que ellos puedan intervenir; y por último adquieres un saber, aprendes legis-lación, normativas, y cauces para realización de chanchullos, pasteleos y enjuagues. ¿Cómo van a quererte tus colegas, si ahora no eres uno de ellos.
E igualmente tú considerarás a los trabajadores de otra forma. Los verás egoístas, cobardes, vagos...
Es totalmente imposible que esto sea de otra forma. Es inconcebible que a través de un sistema electoral diseñado para convertir la democracia en una farsa, la gente participe y apoye a un sindicato.

Algunas características del proceso electoral
Si has pasado por ese ritual electoral, habrás comprobado como todo el proceso de elecciones
se realiza de espaldas a los trabajadores. La gente a la que pides el voto no lee los programas, no escucha la propaganda, no asiste a los mítines, y muchos no votan.
En segundo lugar, es visible que el proceso es llevado adelante por los liberados (ya hablaremos de ellos), por profesionales del sindicalismo que viven de la organización que supuestamente ha de defender a la Clase Obrera. Estos elementos, mitad políticos, mitad burócratas, han creado una máquina de mentir, una puesta en escena para reprimir cualquier tipo de participación de quienes no apoyen a su pequeña oligarquía. Los especialistas sindicales procuran sobre todas
las cosas, defender a su organización, a sus cargos y a sus intereses, y esto se consigue siendo conservadores. La tercera cuestión, es que en la campaña no hay lucha de ideas, porque el trabajador es concebido como un cliente, una conciencia a la que seducir, un mero voto que arrastrar a las urnas. Y por ello el trabajador es convertido también en un producto, en un objeto de consumo que hay de adquirir. Tendrás que definir el perfil de tu votante, y cómo llegar más fácilmente hasta él. Y eso no se consigue a través de las ideas. Los discursos sobre participación y democracia dejan a estas alturas fríos al personal. Incidirás especialmente en lo mal que lo hacen los otros, y en lo bien que lo haces -o lo harás- tú.
Como cuarto punto, hay una ausencia de moralidad en el proceso -todo vale-, la mentira, el soborno y la coacción más o menos evidente, para lidiar con tu oponente. Esta falta de honestidad es percibida por los trabajadores y contribuye -aunque intentes mantenerte al margen de esas tácticas- a tu propio descrédito.
En quinto lugar, tu programa se articulará en torno a lo políticamente inofensivo, hasta que esté extirpado del mismo todo atisbo de deseo de transformación social. Los programas reflejan la imagen de un trabajador rectificado, bien educado y amante del sistema, y al mismo tiempo, contribuyen a su generalización. No es la voluntad de los trabajadores lo que se pone en el programa. No son sus intereses sin alterar los que se defienden. Y ello es así porque ellos no participan en definir cuál es ese interés.
No olvides que probablemente pertenezcas a un sindicato. Todos se presentan como bloques compactos, sin fisuras, armónicos Pero durante el proceso electo
ral se alimentan las disensiones internas, la guerra de bandos por el poder en el seno de la organización. Una guerra amañada que no pone en cuestión el funcionamiento del Sindicalismo de Estado, sino que sirve para distribuir poderes e influencias en su seno. Para sostener a las camarillas dominantes, derribarlas, o aupar a otras.
Y por último, como desprendimiento de todo el proceso, te habrás convertido en una figura nueva, en otra cosa, en un Sindicalista de Estado, esto es: en un criado, un sirviente, un empleado, un lacayo al servicio de un artefacto empresarial. Así que percibirás el rechazo de tus compañeros, o su disimulado interés particular. Verás que no te vota ni la gente de tu propia candidatura, ni importantes cantidades de la afiliación del sindicato. Te quejarás de la pasividad proletaria. Pero en realidad te quejas del disfraz tan malo que llevas, de lo mal actor que eres. Porque nada hay extraño en que el león se niegue a saltar por el aro del domador. Sólo por un proceso de domesticación el bicho obedece. Y lo mismo pasa con el trabajador, que no participa, que no se moviliza -entre otros factores-, porque tú existes. Es muy importante que comprendas esto. Los trabajadores no participan porque tú los representas.

En breve la tercera y última parte....

(Aquí tienes la primera parte)

(La tercera parte)


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