De la crisis

LA CRISIS YE MENTIRA. Ye una patraña inventáa pol Capital, el capitalismu, pa esplotar al másimo la capacidá de trabayu del proletariáu. Quieren absorbemos la vida chupándonos la sangre, rentabilizar el nuestru esfuerzu esprimiéndomos el sudu, y sometemos ensin rechistar afogándomos en llárimes. Y esti inventu vien d’angüaño, nun ye d’agora. Dende los primeros tiempos de la “democracia” vien sirviendo pa xostificar el venga apretase la petrina y les continues moderaciones salariales que vienen aplicando de seguío co la cantinela del “pa salir de la crisis y poder crear empléu”. Y de resultes: cinco millones y mediu de xente parao…

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QUÉ ES.- “la crisis” es el fantasma que hoy recorre el mundo, aterrorizando con su sábana de paro y precariedad a las indefensas víctimas que, crédulas y pusilánimes, esconden la cabeza en la pantalla televisiva rogando por un atisbo de esperanza. Es una fórmula recurrente del Capitalismo cuando necesita esconder la lacerante acumulación de lucro y beneficio que su explotación rapiñera produce. En esta última versión iniciada en 2008 vuelve a ser la excusa perfecta para, aprovechando las gestiones ruinosas en ciertas empresas o en determinados sectores –las famosas “burbujas”- asegurar sus repletas arcas y justificar una “coyuntura de recesión económica” cuya superación solo será posible con ajustes, recortes y reformas que permitan a las empresas “recuperarse” para volver a “la senda del crecimiento”. ESTA GRAN MENTIRA ha sido exacerbada hasta el paroxismo por los “medios” que diariamente nos machacan el cerebro agitando y haciendo aúllar al fantasma con “el riesgo de la prima” “déficit presupuestario” “ajuste de la deuda” “agencias de calificación” “recesión” “puntos porcentuales” “fluidez crediticia” y otras tantas zarandajas que alimentan el constante ruido de fondo del cri-cri-cri de “la crisis”. Se la hace funcionar como coartada para justificar un nuevo periodo de concentración y acumulación capitalista basada en la total desarticulación de los derechos laborales y sociales del proletariado y el asalto a los fondos públicos de los estados para financiar tal acumulación.

PORQUÉ ES.- Tras un periodo de abundancia o “vacas gordas”, con un escandaloso aumento de beneficios que clamaba por un reparto más justo de la riqueza por medio de tasas impositivas sobre tales beneficios, el Capital se repliega y aparece la crisis como parapeto que impida ese reparto y que permita además una restructuración o “refundación” capitalista para posibilitar un nuevo período de acumulación. Esta restructuración exige un época social y económicamente definida por “la escasez” o la recesión, que exigirá al Capitalismo quizá un cierto decrecimiento o ajuste en la tasa de beneficios –sobre todo en algunos sectores como el inmobiliario o el del ocio y el entretenimiento, mientras en otros no- pero que sentará las bases para un nuevo largo periodo de crecimiento y acumulación capitalista, una vez concentrado el capital como consecuencia de la quiebra de pequeñas y medianas empresas –eliminación de competencia- y sobre todo una vez ajustadas las economías de los Estados a los intereses de la expansión capitalista y laminados los derechos laborales con un nuevo marco de relaciones empresario-trabajador del que haya desaparecido toda posibilidad de resistencia al aumento y la acumulación privada del Beneficio.

CÓMO ES.- Se concreta en despidos,eres,medidas del nuevo ejecutivo, del nuevo gobierno, del flamante brazo ejecutor de los designios capitalistas, no son más que una profundización en la adecuación de las políticas sociales, laborales y económicas a los referidos planes de concentración y acumulación capitalistas enmarcados en “la crisis”, llevando hasta sus últimas consecuencias los ajustes, recortes y reformas que desmantelen el llamado “estado del bienestar” para dar paso a un nuevo estado de rapiña permanente en que el capitalismo más salvaje campe a sus anchas.

QUIÉN ES.- A estos planes ya se han plegado sin ambage alguno todas las instituciones del Estado: los parlamentos que les dan cobertura legal, los gobiernos que decretan las medidas de ajuste, el aparato judicial que criminaliza cualquier oposición social, el aparato mediático, el cuarto poder que que jalea y justifica la actuación de los otros tres poderes, y el aparato de la sindigalla institucional y burocrática que en este país representan principalmente UGT Y CCOO que se ocupan de que la clase obrera las asuma. Todas justifican su colaboración o su entreguismo con la misma mentira: “es doloroso, pero no queda más remedio”.

DÓNDE ES.- En las “mesas de concertación” los “agentes sociales” se hace buen negocio, se negocia y se pacta nuestra explotación. Y esto es lo más grave, que desde las propias filas proletarias se argumente la necesidad de nuevos esfuerzos y sacrificios por parte de los trabajadores. Es esa sindigalla, con su práctica colaboracionista, pactista e interclasista la que se ha encargado a lo largo de los últimos 35 años, de desactivar la capacidadde resistencia del proletariado, de liquidar el Movimiento Obrero en este país y de entregarlo a los planes rapiñeros del Capital. Ahora que lo han conseguido aparecen descaradamente como los mejores valedores del capitalismo disfrutando, sin pizca de vergüenza ni resto de dignidad, del cómodo status del sindicalista profesional y liberado que las 30 monedas de su traición les permite. En la última mascarada de “concertación social” no solo han aceptado, sino que han propuesto la congelación salarial hasta el 2014 incluído, el descuelgue de la patronal en los convenios ya firmados con aumentos y la conversión de los empleos fijos en contratos en prácticas que permitan la reducción de jornada y salarial.

El sacrificio definitivo está servido. El chivo expiatorio en aras de “la recuperación económica”, el mismo de siempre, el proletariado, la clase que genera y hace posible toda riqueza.

Y parece que sin remedio, atado de pies y manos por los pastores de la paz social y por el miedo que provoca la presión del ejército de reserva del paro, se encamina al matadero sin capacidad de oponer la mínima resistencia ni de bramar, cuanto menos, contra su sometimiento.