viernes, 14 de octubre de 2011

Sobre el anarquismo de estado

1. Introducción.
Anarquismo de Estado es un oxímoron; es decir una expresión
contradictoria en sí misma, como por ejemplo,”fuego helado” o
“CGT anarcosindicalista”. Pero el anarquismo es como el papel
que lo aguanta todo. Además no cuesta nada calificarse como
anarquista ni compromete a nada por eso proliferan los
autodenominados anarquistas en los medios de formación de
masas porque en la calle están ausentes. Abad de Santillán,
consejero de la Generalitat de Catalunya, usaba la expresión de
anarquismo gubernamental en lugar de anarquismo de Estado.
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2. La época dorada del anarquismo de Estado.
Sin duda el período de la guerra civil en España es la época de
mayor desarrollo de esta tendencia hasta ahora. ¡Quién sabe qué
desagradables sorpresas nos depara el futuro! Mejor ir prevenidos.
Antes de las elecciones de febrero de 1936 la CNT barajó apoyar
la participación electoral en las mismas, olvidando la anterior
postura abstencionista pero como dice Santillán en la página 349
en “El anarquismo y la revolución en España” todavía no era
posible porque se habría interpretado como dejación de principios.
Pero con la aproximación a la UGT para la Alianza Obrera y la
entrada de numerosos afiliados en el 36 el anarquismo de Estado
gana fuerza. La participación de los anarquistas en distintos
organismos del Estado fue general: ministros, consejeros de
gobiernos regionales, alcaldes, concejales, cargos en las fuerzas
policiales, en el Ejército, en las Prisiones, etc. La justificación fue
ganar la guerra. Pero si en circunstancias bélicas los principios
antijerárquicos y los fines antiestatistas se relegan eso implicaría
que el anarquismo es imposible en tiempo de guerra. Juan Pablo
Calero en “El gobierno de la anarquía” saca a colación una cita de
Tarrida del Mármol que reproduzco: “si no podemos adaptar
nuestra conducta a nuestras ideas, lo hacemos saber, tratando así
de acercarnos lo más posible al Ideal. Hacemos lo que haría un
viajero que quisiera ir a un país templado y para llegar a él debiera
atravesar los trópicos y las zonas glaciares; iría provisto de ropa
liviana y de buenas mantas, que dejará a un lado llegando a
destino”. Pero el símil no es adecuado porque tirar una manta no
es lo mismo que abandonar una costumbre y sino ahí tenemos a
Segundo Blanco que no quería abandonar su cargo de ministro ya
terminada la guerra. Lo que hacemos nos transforma.
La participación en el Estado trajo escisiones durante muchos
años después de la guerra además de fracasar en la guerra.

Las aportaciones de N. Chomsky y M. Bookchin.
Chomsky, votante fiel en las elecciones locales y compañero de
viaje de los anarquistas admite que su objetivo final es la
abolición del Estado pero “mis objetivos a corto plazo son
defender e ,incluso, reforzar elementos de la autoridad del Estado
que ,aún siendo ilegítimos desde puntos de vista básicos ,resultan
esencialmente necesarios ahora mismo para obstaculizar los
denodados esfuerzos dirigidos a “dar marcha atrás” en los
progresos logrados en la expansión de la democracia y los
derechos humanos” (pg. 156 del libros “Sobre el anarquismo”).
Habría que combatir a la ultraderecha que pide un Estado mínimo
porque aunque el Estado hace cosas atroces también hace cosas
buenas, según él. Afirma que vivimos en una jaula con el Estado
dentro y el Capital fuera, entonces habría que ampliar el tamaño
de la jaula y preocuparnos del enemigo de afuera. Se trata de un
ejemplo desafortunado en la línea de los socialdemócratas que
consideran enemigo número uno al Capital pero no al cada vez
más poderoso Estado que en España acapara el 40% del PIB y a
3,2 millones de empleados.

M. Bookchin, por su lado insiste en la participación en elecciones
locales siguiendo el ejemplo de los Municipalistas Libertarios que
en 1948 iniciaron esa estrategia, hasta que con el triunfo de las
listas libertarias establecer un sistema asambleario votando. Como
si el Estado central lo fuera a permitir. Tiene el atractivo esta
propuesta de que el cambio revolucionario va a ser pacífico algo
muy valorado en los tiempos del 15M que atravesamos.

3. Las aportaciones del ICEA al anarcosindicalismo de
Estado.
El Instituto de Ciencias Económicas y de la Autogestión lanza
en su Cuaderno nº 1 de abril de 2009 y en su artículo de la revista
“Viento Sur” de octubre de 2010 reconoce la necesidad de una
transformación social profunda para a continuación proponer una
serie de medidas diversas.

Hay un apartado dedicado a medidas para la recuperación
económica o sea el crecimiento económico objetivo de cualquier
partido político pero que no debería ser el de la CNT porque en
sus finalidades figura claramente la distribución igualitaria,
además de razones ecológicas relacionadas con la contaminación
y la escasez de recursos propios de cada municipio libre. Habría
que añadir razones sociales relacionadas con la insatisfacción de
los aumentos de ingresos per cápita más allá de cierto nivel que ya
hemos alcanzado de media.

También sorprende el control sindical de varios impuestos entre
ellos el de movimientos de capital a escala internacional, lo que
propone ATTAC integrando a la CNT en el aparato del Estado
como un organismo más a engordar la burocracia como en
tiempos lejanos. No estaría de más que los miembros del ICEA
que son afiliados a la CNT partieran de los acuerdos sobre
principios, tácticas y finalidades en lugar de beber en tantas
fuentes socialdemócratas que prosperan en Internet.

4. A los/as anarquistas enamorados/as del Estado.
Como los amores son pasiones también son temporales, pero
esto ya dura demasiado. Así que, tal vez sirva de algo señalar
algunos defectos del objeto de vuestro persistente afecto. El
Estado subyuga al pueblo correspondiente y -en la medida en que
puede- a Estados ajenos a su voluntad; restringe -a la vez física y
psicológicamente- la libertad del individuo para perseguir sus
propias metas; se apropia injustamente de lo que es del pueblo (y
en la medida en que puede, de otros Estados); distorsiona la
personalidad tanto de la élite dominante como de las víctimas
oprimidas; mina la armonía en las relaciones humanas, y genera
una cultura de dependencia.

Gerardo

1 comentario:

  1. Anarquistas acudiendo a la justicia del estado, ¿a esto como lo llamamos?
    La participación en el estado en el 36 no creo que gustase ni a los propios que la practicaron, igual el hecho les cambió como dices, y es una opinión, pero parece muy pretencioso JUZGAR a personas (a todas por igual) en la situación en la que estaban con una mentalidad actual.
    Reconozcamos nuestras vergüenzas en el presente y no sólo las de los demás.
    ¿hipocresía moral? ¡desnúdala!

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