Fosa Común del cementerio de Oviedo |
Recogemos el testimonio de Quijano Líndez sobre el último momento de Carrocera:
“Al ser sacado de la prisión con rumbo al cementerio,
pretendió animar con frases de aliento a los que quedaban; pero las fuerzas
encargadas de la escolta y del fusilamiento, hundiendo sus machetes una y otra
vez en las carnes de Carrocera, le produjeron diversas heridas. Manando sangre
llegó hasta la misma hoyanca. Solamente la faltaba la corona de espinas para
semejar al Cristo, en nombre del cual la España francofalangista robaba,
asesinaba, violaba… No obstante su debilidad por la pérdida de sangre sufrida
durante el trayecto, todavía tuvo arrestos para solicitar ser cambiado por otro
joven que no podía resistir el fusilamiento de los compañeros que por grupos
iban realizando, trueque que fue concedido por el jefe de pelotón, previa
consulta con el clérigo, que lleno de satisfacción esperaba verlo caer
desmayado, pues su agotamiento era bien perceptible, satisfacción que no pudo
deleitar al sacerdote, el cual lleno de cólera lo remató con un tiro de gracia,
labor que venía ejerciendo con la mayoría de los fusilados. Más antes tuvo que
oir el perdón que Carrocera concedía a los soldados del pelotón de ejecución
mezclados con fuerzas de la guardia civil diciéndoles que no eran responables,
los soldados, de acto tan criminoso, pero que tuvieran presente el día muy
próximo (¡pobre Carrocera, exclamamos otra vez) en que tendrían que enfilar sus
fusiles a la cabeza de los traidores que entonces les mandaban. Y con los puños
en altos, en un alarde de coraje y potencia, rompió las ligaduras que
atenazaban sus muñecas y dando vivcas a la CNT, a la unidad proletaria dentro
de los sindicatos, a la República y a la libertad, ordenó: ¡fuego ¡
No hay comentarios:
Publicar un comentario