(Artículo extraído de las sesiones del Seminario Icea "El devenir de la clase obrera")
El término clase obrera ha sido estirado, enterrado, difuminado,
enardecido... se ha usado y abusado del mismo. Parece ser que incomoda a
cierta cultura social. Su articulación verbal es, en el mejor de los
casos, observada desde a distancia teórica. Cualquier posible
identificación produce el rechazo de quien piensa que puede ser
intoxicado... todos quieren ser guapos, ricas, ociosos, y por supuesto
libres de la alienación del trabajo asalariado, y como esto resulta
bastante difícil, opera en lugar de una liberación consciente, una
sublimación en la identificación de pertenencia a la clase social de
cada cual. Este artículo plantea una serie de consideraciones que
contribuyen a situarnos en el contexto histórico, echar la vista hacia
atrás y proyectar movimientos posibles en el tablero de la dialéctica
social. Se describen algunos modelos teóricos que sirven para explicar
la evolución de las clases sociales, igualmente, se establecen
paralelismos entre momentos históricos análogos al actual. Más
concretamente se definen las crisis económicas como procesos de
ajuste en la composición de las clases sociales, una consecuencia de
relaciones de poder cambiantes, que se articulan en estructuras sociales
con vectores de cohesión por un lado y conflicto por el otro, y en las
que las partes que las componen gozan de diferente grado de influencia.
En una publicación de 1984, Martín Artiles y Pere Jódari
definen las crisis como cambio en las relaciones de fuerza entre
capital y trabajo. Sitúan aquel momento histórico en una dialéctica de
clases compuesta por la fuerza estructural obrera y el poder negociador
del obrero en el lugar de trabajo, y por la otra parte la recomposición
hegemónica del capital. Los autores escriben en los 80', ya entrado lo
que se suele llamar neo-keynesianismo, pero que quizá sería más
apropiado denominar como keynesianismo tardío. Keynes enuncia sus
teorías económicas y sociales para responder a la crisis de 1929, que
vino a dar por concluida la etapa de liberalismo clásico. Sin embargo,
es tras la SGM cuando se despliegan estás políticas con mayor amplitud.
La destrucción material y humana de la SGM otorga margen al crecimiento
económico basado en dos pilares: la concentración de capital ocurrida a
causa de la crisis del 1929 y la guerra, además de la legitimación del
Estado como garante de la estabilidad económica y social. Comienza así
el auge del modelo keynesiano que duraría hasta la crisis del 1973,
donde el mercado del petróleo fue el causante de la implosión de las
contradicciones crecientes del propio modelo.
Durante el auge del modelo keynesiano, la lucha de clases y la
estructura estatal capitalista centralizada serán el motor de las
políticas sociales. Este Estado moderno se fundamenta en procesos de
acumulación a partir de la intervención económica del Estado, así como
en la legitimación del poder a través del Estado del bienestar. Keynes
aboga por inversiones públicas con las que se pretende incrementar la
producción, sin tener que modificar las condiciones de la estructura
económica. Estas inversiones activan la demanda por dos vías: la cadena
de valor añadido y el incremento de las rentas del trabajo por una mayor
tasa empleo. Es lo que se llama el efecto multiplicador de la demanda
agregada. En un contexto de lucha de clases, la legitimación del Estado
se realiza a través del salario social en servicios públicos, pensiones y
remuneraciones de seguro social. Además, se institucionaliza a los
sindicatos integrándolos en las Relaciones Industriales (RI) dominantes:
capital, Estado y sindicatos.
Señalan los autores que el sistema keynesiano, en la práctica, mostró
una serie de contradicciones que causaron su declive. Simplificando, se
identifican los siguientes factores como causas del declive. Cuanto más
avanzada es una economía mayor crecimiento tiene del gasto público /
PIB. Este gasto se imputa a déficit y se finanza en base a deuda, que se
afronta con distintas políticas de monetarización, que al poner más
dinero en circulación generan inflación. Señala Abraham Guillénii, que desde 1814, con
el patrón oro, el índice de precios mayoristas disminuyó de un 24% a un
44% dependiendo del país. Ante esta situación, el plan monetario de
J.M. Keynes y el el plan White se aplicó para la libra en 1931 y para el
dólar en 1934, sustituyendo el patrón oro por divisas reserva
internacionales en el Fondo Monetario Internacional (FMI), con lo que se
posibilita el uso y abuso de la inflación monetaria. El
neo-capitalismo se encuentra entonces en la paradoja de que a pesar de
que la productividad aumenta, los precios mayoristas y minoristas
también aumentan. A este respecto, habría que considerar el aumento de
los precios de las materias primas, en un contexto de evidente finitud
de muchos de estos recursos.
Volviendo al texto de Martín Artiles y Pere Jódar, la caída de la tasa
de ganancia produce la crisis estructural de 1973, y a partir de este
momento se hace efectiva una recomposición hegemónica del capital que se
venía fraguando de antes, lo que se ha venido a llamar el
neoliberalismo. Su estrategia se basa en la descentralización productiva
y en la aplicación de las nuevas tecnologías. Según los autores esta
recomposición es posible gracias también, a la crisis de
representatividad de unos sindicatos institucionalizados y debilitados.
El donut
de la figura representa la idea fundamental de la descentralización
productiva: separar entre núcleo y periferia de la estructura económica.
Esta misma idea se repite dentro de las propias empresas, con un núcleo
duro y una periferia más precaria. También se aplica en otro proceso de
descentralización productiva geopolítica: la globalización, que se
representa en el siguiente mapa mundo, en el que opera una
descentralización de la producción, a la que en nuestros días se ha
sumado una descentralización de la demanda. En el gráfico se expone a la
clase media en cuanto a su función de clase consumidora y su aportación
a la demanda interna en la estructura económica de los Estados.
Profundizando en esta lectura de la crisis como cambio en las
relaciones de fuerza entre capital y trabajo, Benjamín Coriat expone la
hipótesis de que pueden ser establecidas unas relaciones laborales (RL) recíprocas para unas fases y unos periodos históricos dados (ibid i).
Lo cual significa, que a cada modo de acumulación le corresponde un
modo de RL. Así, al modo de acumulación de la inflexión neoliberal le
corresponde unas RI dominantes tripartitas, donde el Estado ha perdido
eficacia en sus políticas económicas, los sindicatos ven reducidas sus
esferas de influencia, y el capital del núcleo se desarrolla
en condiciones monopolísticas y sin contra-poderes relevantes. Las RI
dominantes se plasman a través de procesos legislativos, reglamentarios y
contractuales. Sumando las RI al conjunto de relaciones de
capital/trabajo, entonces se habla de manera más general de RL. Coriat
cuantifica las RL en función de los procesos de relación salarial.
Durante la inflexión neoliberal las relaciones de fuerza entre capital y
trabajo experimentaron una serie de mutaciones, que se han venido
operando desde la crisis del 1973 hasta la del 2007 y que se muestran en
el siguiente esquema, actualizado a fecha de 2012. Respecto a lo
ocurrido tras el 2007, se podría hablar de una segunda inflexión
donde los salarios bajan, se amplia la periferia del sistema y se
aplican esclusas sociales. A la vista de los acontecimientos, parece más
preciso hablar de keynesianismo tardío para la etapa del 1973 al 2007,
sobre todo en el Estado español, que con lustros de retraso respecto a
las sociedades occidentales, implementaron ciertas políticas de
inversión en pensiones, salud y educación pública (salarios indirectos),
a la vez que se operaba la inflexión neoliberal en términos de salarios
directos. En alguna medida, entre 1973-2007, esto también pasó en otras
economías, donde en ocasiones además de una inflexión neoliberal en los
procesos de relación salarial, también se aplicaron inversiones
públicas, en lo que se llama keynesianismo asimétrico, cuyas
inversiones van más destinadas a beneficios de las multinacionales que a
rentas del trabajo. En estas circunstancias, la eficacia del efecto
multiplicador de la demanda agregada se minimiza o es inapreciable. En
términos generales el neo-keynesianismo convivió con la inflexión
neoliberal y finalmente ha terminado devorado por ésta.
En la situación que nos encontramos, ninguna de las políticas
económicas aplicadas tienen los efectos supuestamente esperados. Además,
el Estado del bienestar, la función legitimadora del capitalismo de
Estado, se encuentra seriamente tocada, aunque sin un trasfondo de lucha
de clases esto no supone ningún problema para el poder. Podemos decir
que nos encontramos en una crisis sistemática, más que estructural. En
economía es muy difícil predecir acontecimientos, por lo que preferimos
describir la crisis del poder feudal en la Europa del S XVIiii
a partir de lo expuesto por Silvia Federici. La caída del poder feudal
fue una crisis sistemática de mayor volumen que la crisis del 1929-33,
supuso profundos cambios en las RL con la generalización del trabajo
asalariado, así como en las relaciones de fuerza entre capital y
trabajo.
Durante la
baja Edad Media el poder feudal fue encontrando crecientes dificultades
para reproducir el modelo económico y social. Hacia 1350 un tercio de la
población europea sucumbe a la peste negra, lo que ampliará el margen
de crecimiento económico. El burgo comienza a desarrollarse
basándose en el comercio y la artesanía, en ciudades que gozan de
cierta autonomía mientras pagan impuestos al rey. En el campo, la
nobleza y la iglesia mantienen la titularidad de la tierra, que se
explota comunalmente por campesinos vasallos y campesinos libres que
pagan diversos diezmos e impuestos a los señores feudales. De 1350 a
1500 el salario real en especie y moneda aumentó un 100%, mientras los
precios y la jornada media disminuyeron. El comercio y la artesanía,
soportados en el gremio, permitieron mayores cuotas de acumulación de
capital que el atesoramiento feudal basado en la titularidad de la
tierra. En el siglo XVI el poder feudal se desmorona, mientras la
burguesía, que había hecho frente común con los movimientos comunales
rurales, en pos de la abolición del vasallaje y las obligaciones
feudales, asume crecientes cotas de poder económico y social de la mano
de una renovada aristocracia.
A partir del S XVI se produce una recomposición hegemónica del capital
que se va a extender hasta el S XVIII. Este proceso produjo hambre y
picaresca, así como la acumulación originaria que permitió el posterior desarrollo capitalista. El concepto marxista de acumulación originaria
se define como la separación de los trabajadores de los medios de
producción. Así , el campesino pasa a ser jurídicamente libre pero sin
medios de autosuficiencia, se ve desplazado al vagabundeo y al trabajo
asalariado. En Inglaterra se lleva a cabo durante siglos y no sin
resistencia, el cercamiento de las tierras comunales y en toda
Europa se persiguen severamente diversos modos de autosuficiencia. El
colonialismo permite la ampliación de la base económica mediante la
apropiación de nuevos recursos y el florecimiento del mercantilismo
facilita mayor atesoramiento.
Silvia Federici (ibid iii), amplia este concepto de acumulación originaria, describiendo la imposición del cuerpo máquina,
un cuerpo humano domesticado para el modo de producción capitalista. El
modo de producción del trabajo asalariado exige la domesticación
social, romper barreras naturales, lazos y afectos comunales, y una
desconexión de los bioritmos y ciclos estacionales de la vida rural.
Federici va más allá alienación del cuerpo de Marx, entrando a analizar el concepto que las sociedades tienen de cuerpo humano. La acumulación originaria impuso el cuerpo máquina de Descartes sobre las ancestrales concepciones del hombre zodiacal,
estigmatizando arraigadas ideas del animismo sobre el cuerpo humano y
su entorno. La recomposición hegemónica del capital afronta la
neutralización de la mujer, por ser depositaria social de muchos de los
arcanos del animismo, del poder de reproducción de la fuerza de trabajo,
de la estructuración comunal y de la autosuficiencia local. Durante
estos tres siglos, la caza de brujas supone un pilar en la imposición
del capital y del Estado moderno.
La figura presenta un esquema del modelo descrito por Federici.
Mediante la eliminación física de la quema de brujas, se impone una
concepción mecanicista del cuerpo, anulando del ideario colectivo el
concepto de hombre zodiacal. Además, es utilizada en la
expulsión de tierras autosuficientes, como medio de persecución de los
modos de vida comunales para reconvertirlos al trabajo asalariado. Un
tercer eje sería el control de la reproducción de la fuerza de trabajo,
se criminalizó el uso de métodos anticonceptivos y de prácticas
abortivas, así como se eliminaron celebraciones populares en tierras
comunales, lo lúdico perdía espacio en el terreno público. Se siguió
profundizando en el control estatal de la concepción y del nacimiento de
criaturas, dando lugar a la posterior hospitalización de la maternidad.
En la parte derecha del esquema se describen los procesos de ampliación
de la base económica y su relación con la caza de brujas.
A través de los ejemplos anteriores, se exponen modos de acumulación en
distintas recomposiciones hegemónicas del poder. Actualmente, se está
llevando a cabo un proceso de este tipo, al que se ha querido denominar y
explicar como crisis. Los mismos fundamentos que sirven para
concentrar poder económico, pueden de ser usados con fines opuestos para
distribuir el poder económico. Esta estrategia requiere la puesta en
práctica de un número significativo de alternativas económicas de
producción, distribución, consumo y acumulación, para tener influencia
sobre la estructura de clases y en las relaciones laborales de conjunto,
y también para que futuros procesos de ajuste puedan ser aprovechados
por esferas crecientes de población, al revés de lo que ocurre
actualmente. En este sentido, desde el movimiento libertario se atiende a
lo económico y al análisis de clase, antes que a lo político, que queda
en una mera cuestión táctica o de gestión. Sin un análisis de este
tipo, la política se ve limitada por las estructuras de reproducción del
sistema dominante.
Víctor Méndez participa en los cursos de auto-formación del ICEA.
Artículo extraído de las sesiones del Seminario Icea "El devenir de la clase obrera".
i “Crisis
económica y relaciones industriales” Pere Jodar y Antonio Martín
Artiles (Textos Robert Boyer, Benjamín coriat y Andreu Lope) Edita:
Grupo Cultural Cero. 1984. ISBN 84-317-0563-9
ii“Economía
autogestionaria” Abraham Guillén. Edita: Fundación de Estudios
Libertarios Anselmo Lorenzo. 1990. ISBN: 84-86864-04-6
iii“El Caliban y la bruja. Mujeres, cuerpo y acumulación originaria” Silvia Federici. Traficantes de sueños. 2004
http://www.traficantes.net/index.php/editorial/catalogo/historia/Caliban-y-la-bruja.-Mujeres-cuerpo-y-acumulacion-originaria-2a-Edicion
No hay comentarios:
Publicar un comentario