Etimológicamente “asamblea” quiere decir “reunión”. Existen numerosas entidades que se organizan total o parcialmente mediante sistemas asamblearios: desde comunidades de vecinos a juntas de accionistas de grandes empresas. Pasando por movimientos ciudadanos muy diversos (ecologistas, feministas, asistencialistas, contestatarios...), y por sindicatos y partidos políticos de todo tipo y condición. Muchas asambleas surgen como manifestación de rechazo a una situación dada. Y aunque a menudo sus integrantes son capaces de analizar y comprender por qué la situación que viven es causa de conflicto, en realidad dependen de éste: de que se mantenga y mantenga por inercia el propio movimiento asambleario, de suerte que son incapaces de articular una alternativa real al sistema origen del conflicto y todos sus esfuerzos se agotan en el mero activismo.
De puertas para adentro, un espontaneismo supuestamente antiautoritario funda la ingenua creencia
de que evitar identificarse -como grupo- con cualquier corriente de opinión, evitar cualquier
delegación de funciones, o incluso evitar preparar y conducir adecuadamente las propias reuniones,
garantizan la total libertad y autonomía asamblearia.Leer el documento íntegro
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