miércoles, 2 de febrero de 2011

La muerte se impone a la vida

LA MUERTE SE IMPONE A LA VIDA,
UNA GUÍA PARA SUPRIMIR LIBERTADES CIVIES

Que la muerte se impone diariamente a la vida no se trata de novedad alguna, no es una noticia para acaparar titulares y sensaciones a partes iguales, pues lo vivimos diariamente tanto en nuestro trabajo como en nuestras relaciones sociales, siendo más o menos concientes de ello.

El pasado 27 de enero, sindicatos minoritarios y diversas organizaciones sociales convocaron una huelga general en Galicia, Cataluña y el País Vasco. La convocatoria, al ser totalmente ignorada por los resortes del espectáculo y ser convocada de forma muy tardía, requirió esfuerzos extras en los militantes y simpatizantes de la huelga. Durante los días anteriores a la misma, se realizaron diversas acciones en la ciudad de Barcelona para hacer un llamamiento a la jornada de lucha social.
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La Asamblea de Barcelona, como una de las principales impulsoras de estas movilizaciones, convocó una manifestación contra el aumento de la edad de jubilación el sábado 22 de enero, que fue secundada por sindicatos y agrupaciones sociales de todo tipo, como también por una elevadísima dosis de policía, que contribuyó al férreo control de la protesta, pese a transcurrir sin causar problemas en la vía pública. Días antes, se había filtrado un video que advertía de que un edificio abandonado de la ciudad había sido ocupado, y se darían más detalles en los días siguientes. El vídeo ofrecía una breve panorámica del interior del edificio, pero se deducía rápidamente que estaba habitado por unos nuevos inquilinos. Durante el transcurso de la manifestación, que pese a partir de Plaça de Sants, recorrió gran parte de Barcelona, se descubrió ante el mundo con triste ironía, el edificio convertido en Casa de la Huelga: Los multicines Laietana, abandonados desde hace más de diez años. Un paradigma de espectáculo y alienación dentro de la propia sociedad espectacular venido a menos, la decadencia del arte creado por las clases dominantes que daba paso a la consumación del arte popular. Se trataba del eslógan situacionista del mayo del 68 convertido en realidad, el objetivo de matar al arte y liberar así nuestra vida cotidiana.

La manifestación acabó en el punto exacto en el que los cines fueron abiertos al gran público, donde la farsa espectacular se descubría ante el mundo. Los estratos sociales dominantes de nuestra sociedad no estaban dispuestos a atender a tal ofensa sin quedarse de brazos cruzados: Mientras en el interior del espacio liberado se realizaba una asamblea informativa sobre la huelga general, los vehículos policiales cortaban la Vía Laietana y se contaban por decenas. Los Mossos d'Esquadra, que vieron como días antes Felip Puig les derogaba el código ético promulgado por Joan Saura, pese a ser considerado incluso insuficiente por múltiples organizaciones contra la tortura, advirtieron de que la carga iba a ser inminente: Las calles adyacentes a los cines fueron limpiadas de protestantes, y se procedió a la entrada en el edificio. Al desalojo de la sede del antiguo Banco de Crédito se añadió el desalojo ilegal de los cines Laietana, sin orden judicial y bajo la excusa de flagrante delito, pese a ser demostrable de forma audiovisual que los cines se encontraban ocupados desde mucho antes de la manifestación, pues las puertas se abrieron a las multitudes desde dentro.

Los individuos en su interior, casi medio millar de activistas, sufrieron en sus propias carnes una intervención policial desmedida, que minutos antes de entrar dentro del edificio, bloqueó su entrada y salida, violando así algo tan básico como es la libre circulación de los individuos, para luego violar el derecho a reunión. La gran mayoría de personas residentes en su interior habían entrado tras la manifestación y no eran ocupantes del edificio, hecho que no impidió la identificación de todos y cada uno de los individuos presentes, un total de 422. Según El Periódico, entre ellos estaban presentes 13 anarquistas, 39 independentistas, y 126 antisistema, término cada día más recurrido por la prensa formal. Más allá de los simples números, lo que podemos ver es que alguien posee informes de la ideología de la gente que lucha activamente contra el orden social imperante, lo cual es algo ya conocido, pero demostrado esta vez por los propios mecanismos del poder.

Desgraciadamente, no es el único episodio fatídico sucedido en los últimos días en la capital catalana. Durante los días anteriores a la jornada de huelga, se intentó difundir la convocatoria a nivel de barrios, mediante sesiones, conferencias y el reparto de octavillas informativas. El comité de huelga del barrio de Sant Antoni, formado por poco más de una decena de activistas, que se encontraba en el mercado repartiendo información sobre la huelga con la autorización del director del recinto, vio cómo un operativo policial formado por furgonetas y coches patrulla, apareció en la zona para identificarles y cachearles de forma arbitraria, violando así sus derechos democráticos y la propia libertad de expresión, en un atentado brutal contra las libertades civiles del cual los agentes han salido impunes al desaparecer tras la surrealista escena, y en el que la mass media no ha considerado importante incidir, pues sus periodistas se encuentran ya trabajando a pleno ritmo para camuflar y callar ante el veto a la libertad de prensa en Hungría.

"La libertad no es un bien que poseamos, es un bien que nos impiden adquirir con la ayuda de leyes, reglamentos, prejuicios e ignorancia."

Las libertades civiles se han violado en Barcelona, y ahora, más que nunca, es cuando debemos defenderlas con la mayor contundencia posible. El capitalismo está condenado, cae al abismo de la historia. Lo peligroso es que pretenda arrastrarnos a todos en su caída.

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