sábado, 12 de febrero de 2011

EL PUEBLO EN REBELDÍA

Parece que en Egipto acaba de ponerse coto a los vientos de rebelión que han venido azotando la ribera sur del Mediterraneo. Que una rebelión pueda transformarse en proceso revolucionario depende de la posesión de instumentos, de herramientas, de armas ´"políticas", de capacidad para la gestión -la autogestión- del proceso por los insurrectos. Algo en torno a esta cuestión se sugiere en artículo que nos remite un confederal del SOVO (Sindicato de Oficios Varios de Oviedo).
MAGREB Y ORIENTE MEDIO. LA REEMERGENCIA DEL PROLETARIADO
Los Amigos de Octubre
Seguir Leyendo... Desde Diciembre del 2010 la llama de la revuelta está recorriendo los países del Maghreb como un reguero de pólvora. No obstante los ecos de la revuelta traspasan todo límite geográfico, llegando a otros países limítrofes donde comienzan a retumbar las voces de sus vecinos y el sonido de los sables, haciendo palpitar los corazones de sus hermanos de clase que aceptan el reto de enfrentarse también a la tiranía capitalista para defender sus condiciones de vida.
La burguesía internacional se reúne día sí y día también para orientar su forma de enfrentarse a la revuelta; a la par las armas de la democracia se han desplegado por todo el territorio: los ejércitos llevan semanas en las calles reprimiendo, las caras de los diversos gobiernos cambian cada hora, los recambios burgueses hacen fila para tratar de seducir a los rebeldes, las promesas de reformas se amontonan una tras otra, el fundamentalismo democrático se renueva, la transformación en conflicto interclasista trata de abrirse paso…
La prensa internacional de nuestros enemigos no ha dejado de maniobrar e intoxicar para ocultar la verdadera causa de la revuelta. Primero la descalificó como una “típica manifestación de los no civilizados propia de países subdesarrollados”, luego tuvo que calificarla como una revuelta Tunecina “a favor de mayores libertades”, para más tarde pasar a decir lo mismo sobre Egipto. Hoy la lucha por los derechos democráticos es el recurso mediático. Al igual que las demás herramientas del capital, la prensa busca acorralar la revuelta, impedir que siga propagándose como la peste, imposibilitar que los proletarios de otros países nos sintamos identificados con las protestas y salgamos a las calles a enfrentarnos a nuestros opresores. Es uno de los métodos por excelencia para enfrentarse a las luchas proletarias: ahogarlas entre los cordones sanitarios de un país.
Y a pesar de todo, la llama sigue extendiéndose. Túnez, Argelia, Líbano, Egipto, Jordania, Libia, Mauritania, Omán, Yemen, Marruecos Siria, Kuwait o Palestina, en mayor o menor intensidad, han dado muestras de que el proletariado está esperando una mínima señal para salir a por todo.
La formidable extensión de la revuelta está echando por tierra la intoxicación de los medios de información, mostrando que el levantamiento responde a criterios muy diferentes a los que nos quieren vender, criterios que afectan a todos los proletarios de este mundo, y que arraigados en las más profundas raíces de este sistema ponen en cuestión los cimientos sobre los que se sostiene este mundo miserable: las clases sociales.
La abolición de la sociedad de clases. Esas es la esencia de la revuelta. Si los proletarios de todos esos países salen a la calle, no es por el simple rechazo al presidente o gobierno de turno, por las irregularidades en la gestión, por las libertades democráticas, o cualquier otra particularidad local. La esencia de la revuelta es la misma que en Grecia hace unos años, la misma que sobrevuela en las protestas recientes en Europa, o las que están recorriendo los países de Latinoamérica. Es el rechazo a soportar los latigazos de la crisis económica que nos machaca en todos lados, es el rechazo a seguir soportando el régimen de explotación y dominación capitalista, es el rechazo a seguir viviendo donde no se puede vivir. Es la reemergencia del proletariado que tras años de paz social, regresa como una pesadilla ante los ojos de sus amos que lo creían enterrado, para retomar su cometido histórico de mandar al museo de la historia toda sociedad de clases. Es, en definitiva, la humanidad alzándose contra la tiranía de la economía.
Esta realidad que trata de ser velada por toda la maquinaria de enajenación del capital, y que desgraciadamente un vasto número de proletarios dominados por este proceso de enajenación asumen y reproducen como papagayos, no nos lleva a sacar trompetas y platillos como si hubiera algo que celebrar. Que el proletariado salga a la calle, rompa sus divisiones, y extienda por varios países su lucha, es un paso más en el repunte que desde hace años se viene constatando en la lucha de clases. La agudización de la crisis mundial del capitalismo hace que los mismos mecanismos desplegados para paliarla se reproduzcan en todos los países y con todos los gobiernos posibles. Más capital ficticio y más apretones de cinturón a los proletarios. No hay otra receta posible. Pero estos medios exclusivos con los que cuenta el capital para hacer frente a su crisis no hacen sino preparar las armas que lo enterraran.
Las condiciones de los proletarios se homogenizan por abajo cada vez más en todo el mundo. Las luchas ya no solo saltan de un país a otro, sino que dan un salto cualitativo con la convergencia actual de esas luchas en diversos países. El proletariado se niega a realizar más sacrificios, rechaza ser la carne de cañón de la economía, y si bien es cierto que hay países en los que, pese a todo, los proletarios no acaban de lanzarse a la calle y parecen tragar con todo sin apenas protestar, no cabe duda de que es cuestión de tiempo, es cuestión de que el capital siga su cauce normal de apretarnos aun más el pescuezo, para que caiga la gota que acabe de colmar el vaso.
Pero como decíamos, frente a esto no se trata de celebrar nada, sino de impulsar la lucha y enfrentarnos a todos los límites que tenemos. Hay que combatir toda tentativa de reforma, toda ilusión, toda canalización, fortalecer las débiles estructuras de las que disponemos a todos los niveles, difundir las luchas que se den, traer la contienda a nuestras calles, asumir realmente el internacionalismo revolucionario… Y enmarcar toda esta práctica en un contexto que rechace el inmediatismo. De lo contrario nos quemaremos rápidamente. Tenemos que comprender que no se trata de vencer hoy, que la revolución es un proceso y que lo importante es que cada lucha nos fortalezca independientemente del resultado inmediato. Lo primordial es seguir avanzando hacia la inversión de la correlación de fuerzas entre clases a nivel mundial. Si las luchas en el Magreb y Oriente Medio dejan de extenderse, refluyen, son canalizadas por las diversas variantes del capital, lo importante es que la experiencia, las estructuras creadas por nuestra clase, así como las existentes –tanto en esos países como en los demás- se nutran de ese rico proceso y se consoliden como núcleos de reagrupamiento de proletarios, que la comunidad de lucha contra el capital se fortalezca. Lo importante también es comprender que toda canalización o pacificación será temporal pues hoy el capital no puede ofrecer a los proletarios otra cosa que mas y más sacrificios, no puede ofrecer otra cosa que más miseria. Toda promesa de reforma, toda medida para aplacar los ánimos no tiene sostén alguno en este ciclo infernal de crisis bajo el que se hunde el capitalismo.
Hoy se trata para nosotros de poner todos nuestros esfuerzos en asumir estas luchas que se están desplegando en el Magreb y en Oriente Medio como nuestras. Y con ello todo lo que implica: centralizar y difundir información, discutir sobre los diversos aspectos del enfrentamiento, luchar contra los mecanismos de represión y canalización del capital, subrayar los limites de la revuelta, organizar la acción directa, estrechar los contactos con compañeros para asumir juntos esfuerzos…

¡La lucha en Magreb y Oriente Medio es nuestra lucha!
¡Luchemos y organicémonos contra
la dictadura democrática de la economía!

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